Cuenta la leyenda que estando casados Alfonso I de Aragón con Doña Urraca de Castilla, el mal trato que recibieron ella y su hijo -futuro rey de Castilla-, hizo que ésta abandonara a su marido y se refugiara en Castilla. El monarca aragonés, deseoso del título de rey Castellano, deseaba que el niño «desapareciera». Los perseguía y acosaba para quedarse con el príncipe.
Llegado hasta Ávila el rumor de que se escondían cerca de la ciudad, los Alcaldes de Ávila (y he dicho bien, ya que durante mucho tiempo esta ciudad contó con dos), mandaron emisarios en busca de Doña Urraca y su hijo para que los escoltasen hasta la ciudad amurallada y así protegerlos del Rey de Aragón, lo cual se consiguió. Al tiempo, llegó hasta ella el Rey con un fuerte ejército, demandando que se le entregara el niño. Tras las negativas de los defensores, los aragoneses difundieron el bulo de que los que tenían al heredero lo querían matar para que reinara otro en su lugar. La mentira no llegó a creerse y el asedio continuó.
Pasaba el tiempo y Alfonso I no conseguía nada. Su ejército, acampado a las afueras en el lado este de la ciudad se, impacientaba. El Rey acordó con los de la muralla que le enseñaran al niño desde lo alto de una de las torres para saber si seguía vivo, (algunos historiadores aseguran que se trataba del «cimorro» de la catedral uno de los más claros exponentes de la arquitectura militar y eclesiástica de la época). Para asegurar que cuando se aproximase a la muralla no fuese atacado, los de Ávila tendrían que dejar a sesenta de sus caballeros, todos hijos de los nobles, en calidad de rehenes, en su campamento. Los nobles accedieron. Por una pequeña puerta en el lado sur, que después llevaría el nombre de «puerta de la mala ventura», marcharon los nobles rehenes al campamento real. El Rey, vio al niño y pidió que se lo dieran. Al negárselo, mandó a sus hombres que hirviesen vivos a los sesenta nobles rehenes. Desde entonces el lugar donde ocurrió la matanza se llama «las hervencias».
Después de la traición, levantaron el asedio y marcharon. Varios de los grandes de Ávila les siguieron, entre ellos Blasco Jimeno, hasta las proximidades de un pueblo llamado Fontiveros. Allí retaron al Rey por la cobardía cometida.
Pero el monarca lejos de defender su honor los mandó matar también, por eso se levanto una cruz en memoria de la gesta de estos cuya cruz se denomina «del reto» que se encuentra entre los pueblos de Fontiveros y Cantiveros. Hoy en día el escudo de la ciudad representa el cimorro de la catedral con un niño Rey en lo alto y el título de Ávila del Rey.